La llegada a Viña De Martino es, como siempre cuando uno llega a un lugar así, espectacular. Es imposible no sentirse impresionado por las casas, los alrededores y el ambiente. Todo con estilo clásico -pero moderno a la vez-, limpio y ordenado. Un lugar que siempre lucirá bien en cualquiera revista de estilo de vida o viajes en que aparezca.
Yo, junto a otras visitas, fuimos recibidas y bienvenidas por Constanza Vercellino, la jefa de marketing y comunicaciones de la viña, y el enólogo Eduardo Jordán. Luego, empezamos con un tour que incluyó los alrededores de la viña, una plantación muy cercana, y la bodega, donde se elabora el vino.
Mis primeras impresiones fueron que Viña De Martino es una empresa con altos estándares y objetivos claros. No me equivoqué. Nos contaron el consistente proyecto desarrollado de la viña, sus conceptos y sobre su producción de vinos orgánicos, por la cual la viña ha recibido varias alabanzas y premios. La calidad del vino es el resultado de la exactitud en el crecimiento de la uva y de varios factores científicos, por lo tanto ninguno de ellos puede ser ignorado.
Hoy están construyendo una nueva bodega, ya que la vieja sufrió varios daños por el terremoto el año pasado. Es una inversión muy grande, pero necesaria, que muestra la importancia de las condiciones para la producción y de la alta calidasd necesarias para satisfacer las demandas de la viña.
El enólogo, Eduardo Jordán, es un hombre con una gran pasión por los vinos, pero lo más importante, con mucho conocimiento del tema; además de saber sobre geografía y meteorología, factores muy relevantes para tener éxito en la producción de vinos. Me sentí muy impresionada por sus conocimientos y comprendí que la profesión de un enólogo es mucho más que sólo conocer los sabores del vino.
Además del tour, mi visita incluyó una desgustación. En una sala enorme, nos sirvieron 7 vinos diferentes, 2 blancos y 5 tintos. Cada uno acompañado con una declaración sobre la producción y características de ese vino específico. Además, cada persona recibía un “mapa” sobre los sabores que cada vino podía contener, para no perderse en en la infinita variedad aromática y gustativa de algunos ejemplares.
La última parada del día fue una nueva actividad turística de Viña De Martino que se llama “Mi Vino”. En ella, cada persona recibía 3 botellas de vino, un Cabernet Sauvignon, un Syrah y un Caménère. Después, cada uno podía mezclar su propio vino a su gusto y, finalmente, llenar una botella, hacer una etiqueta y poner el corcho.
Por supuesto, la botella era para que cada uno se la llevara a casa, como un regalito muy especial que hizo la visita verdaderamente inolvidable. La pregunta es ahora, si encontraré un momento que realmente valga la pena para abrir y disfrutar mi botella de vino, que es la única en el mundo de la producción de esta sueca que jugó con ser enóloga por un día.
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