Llegué a Maryté, un
distinguido salón de té donde se ofrece a diario una amplia variedad de infusiones
y bocados para acompañar lo que uno pida para tomar. En ese mismísimo lugar—donde
impera el estilo provenzal—vi la carta y me incliné por el cheescake de
arándanos, preparación oriunda de Grecia que con el paso de los años muchos
países, entre ellos Estados Unidos e Italia, lo adaptaron según los quesos que
tenían en sus tierras.
Luego de una breve
espera, llegó el postre a mi mesa. Su elegante presentación me maravilló, al
igual que su sabor. Y es que la crocancia de la base, sumada a la suavidad del queso
crema y el dulzor natural de la fruta fresca dio origen a una combinación
magnífica. ¡Este cheescake me encantó y regresaré por él en otra oportunidad!
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