miércoles, 12 de junio de 2013

Mi aventura

Por Antonia Gana del Solar

En una sociedad donde las mujeres cada día tomamos mayor fuerza y liderazgo, decidí hacer uso de aquel contexto y aprovechar de mostrar a todos mi fascinación por lo que muchos consideran un gusto característico del hombre: la cerveza. Y pensando en que alimentar el ego siempre es bueno,  imaginé la sensualidad que podría despertar.


Entrar a un mundo liderado por la raza masculina (con toda la magia que éste integra), ser parte de tertulias entorno a la cerveza y saber expresar con certeza y firmeza los sabores y aromas, provoca en mí una sensación de desafío,  que hace que esta inmersión  multiplique su poder de atracción y seducción

Mi suerte de fanatismo no comienza desde la experticia, sin embargo, se presenta de manera potente y me motiva a conocer más sobre la bebida, para así pronto ser quien proponga la cerveza antes que otro amigo en nuestra mesa. No crean que se trata de una competencia, ni la búsqueda de demostrar algo en representación del género. Es, simplemente, el afán de explorar nuevos sabores y adquirir conocimientos novedosos que me sorprendan día a día, factor que se hace necesario en personas que, como yo, gozamos (y necesitamos) de experiencias  extrañas y curiosas.

¿Cómo dar inicio? Hablando con un experto. Así es como contacté a un reconocido enólogo, fuertemente dedicado al rubro cervecero y quien, generosamente, en tan sólo un correo dejó extendida la invitación a su círculo íntimo de amigos, quienes cada 15 días se reunirían a catar, experimentar y lo mejor, gozar. ¡Y qué me han dicho! Luego de unos días, figuraba en el comedor de su casa formando parte del grupo, asombrada con el amplio número de botellas desconocidas y anhelando destaparlas todas. Sucede que, sin planearlo, la dinámica que se genera entre gente que no se conoce y que aún así, comparte un interés, es tan maravillosa, que sin darte cuenta comienzas a hablar de tu infancia, tus desilusiones sentimentales y tus proyectos futuros. Ya en confianza, empezamos a probar las distintas cervezas y, sin temor, cada uno fue libre de expresar sus sensaciones, sabores y aromas capturados.

¡Libertad de expresión! Aunque como en todo ámbito, hay diferencias y discrepancias, lo cual debo decir, ¡es lo mejor de esto! Generar debate (del sano), lluvia de opiniones y puntos de vista, para después pasar radicalmente a hablar otra vez de la infancia y nuestros periplos, es una de las cosas mágicas que me incentivan a continuar aprendiendo.

Desde ya, queridos tertulios, se inicia mi viaje al cual pretendo dejar invitados, para que juntos aprendamos, compartamos y disfrutemos de las cosas simples, esas que nos reúnen junto a una copa, vaso o jarra. ¡Salud!

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